Hoy, en el tren de vuelta a casa, me he imaginado que los hermanos Marx estaban sentados enfrente de mí. ¡Desde luego, sin duda, hubiera sido una de las mejores experiencias de mi vida! Y como muchas otras se quedarán en mi imaginación. Dos conclusiones: que sólo sean algunas las que así procedan (y el resto las vivas en vivo y en directo) y que tu imaginación no deje nunca de fluir. ¡No dejes nunca de soñar! Y también dos huevos duros...
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